Suben corriendo atrás mío dos chicos que traen con ellos un fuerte olor a poxirrán. Piden cambio entre la gente del colectivo, no tienen monedas.
Paradas más tarde le gritan a un "guachín" que suba, que no sea piola. El guachín está entre los autos haciendo el gesto de "¿una moneda?".
Cuando cruza la estación de tren suben otros a quienes saludan, alguno trae un celular con el altavoz prendido, todos escuchamos su cumbia villera.
Hay uno alto de remera roja que casi a penas puede caminar, viene hasta donde estoy, dice algo y se ríe, trata de tocarme, un poco se desvanece sobre el lugar, queda sentado en las escaleras de la puerta de salida.
Conviven en mí las siguientes personas:
Señora bien de zona norte, rubia y con muchas tarjetas de crédito en la billetera.
1. Tengo miedo, así drogados pueden hacer cualquier cosa, no les importa, no tienen cultura de trabajo ni valores. ¿Qué hago? ¿Me bajo?
Practicante de Kun Fu, Lin Chen Mei
2. Si le doy una patada al de rojo se cae, no se puede ni sostener parado. Ante la lucha, tengo todas las de ganar.
Lic. en Sociología- posgrado en la Universidad de Medellín
3. Es increíble la sensación que el usuario de colectivos comienza a tener de "expropiación de espacio público" por una minoría marginal que al fin y al cabo, hasta Donato Álvarez y Rivadavia, solamente estaba viajando. Pero el prejuicio que viene inmediatamente al ver la gorrita y las "llantas" trae con sigo también el miedo por los violentos intentos de repartición de las riquiezas
4.
Mi sensación final fue tristeza.
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