Qué feo. Qué feo y qué incómodo a la vez. Llegué a mi casa y repasé el día: me había indispuesto en la casa de él, y que, tomando prestadas toallas femeninas de su hermana, solucioné el caos con una bombacha extra que tenía por casualidad. El día pasó, los arrumacos y los comentarios sobre la sangre, el rojo y las manchas del test de Rorschach. ¿Ves ahí? Te juro que veo una oveja. Qué divertido todo, y qué relajado él que no hizo mucho alboroto por este evento de mi naturaleza femenina.
Lástima el detalle, que luego recordé con absoluta agudeza, de haber olvidado la prenda interior en un estado de manchado total tras su cama. Y claro. Lo que me preocupa es el inminente encuentro entre la panty y su madre, la panty turquesa enrorschacheada y su madre.
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