Miro una foto.
Me río, no me reconozco, pero sé que soy yo.
No me acuerdo de ese día, ni de esa calza azul que tenía puesta. Vuelvo a mirar, sí, soy yo.
No me acuerdo qué estaba comiendo en ese momento, ni de la textura del mantel de plástico sobre el que me apoyo.
Tampoco sé en qué pensaba cuando corría desaforada en el medio de la ronda el día de mi cumpleaños.
Me olvidé cómo se sentía esa polera de algodón con flores verdes.
Me miro de nuevo, y aunque no me acuerdo nada, sé que soy yo.
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