lunes, 9 de julio de 2007

El círculo

Me parece que todo el tiempo hago cosas sin sentido.
Me hace acordar a la experiencia de los monos que leí una vez en Biología donde un grupo de monos trataban de subir a un lugar y les tiraban con agua, entonces sus hijos nunca subieron,ni sabían porqué, pero estaba claro que no se podía.
Me refiero estrictamente a la práctica de hacerle un círculo a la torta.
No me acuerdo si fue Nico o Tommy el que dijo que el del cumpleaños se come el centro. ¿Se supone que el centro es mejor? ¿Es más rico? A decir verdad hacer ese círculo es toda una ardua tarea, que recibe mucha presión de todas las miradas expectantes y que claramente, nunca logra insertarse en el perfecto centro.
Otra cosa que me causa gracia es que me sale, de manera espontánea, decirle a cualquier persona "un beso" cuando termino de dialogar telefónicamente. Pero fijate que cuando llamás un taxi, no sé si está del todo bien decirle a Buenas noches mi nombre es Alberto , chau "un beso". Después quedo paranoica una semana pensando que Alberto tiene mi teléfono y mi dirección y va a venir a cobrar el beso que le prometí.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

sos grosa eh!
aguante el centro de la torta

Anónimo dijo...

No quice seguir leyendo mas, cuando llegue a la parte de los monos con agua. Pasaste por encima de un experimento CUMBRE. Ese experimento no era con el fin, ni moraleja de "los hijos no sabian por que no se podia".

Es mucho mas profundo e interesante. Vale la pena leer esta contratapa del genio de Adrian Paenza, que muchos recordaran en su ambito deportivo, pero lo mas interesante de este muchacho es que es un matematico y periodista (no deportivo).

Franco de Montreuil.

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Sobre la conducta de los monos

Por Adrián Paenza

Suponga que uno tiene seis monos en una pieza. Del cielo raso, cuelga un “cacho” de bananas. Justo debajo de él hay una escalera (como la de un pintor o un carpintero). No hace falta que pase mucho tiempo para que uno de los monos suba las escaleras hacia las bananas.

Y ahí comienza el experimento: en el mismo momento en que toca la escalera, todos los monos son rociados con agua helada. Naturalmente, eso detiene al mono.

Luego de un rato, o bien el mismo mono o alguno de los otros hace otro intento con el mismo resultado: todos los monos son rociados con el agua helada a poco que uno de ellos toque la escalera. Cuando este proceso se repite un par de veces más, los monos ya están advertidos. No bien alguno de ellos quiere intentarlo, los otros tratan de evitarlo, y terminan a los golpes si es necesario.

Una vez que llegamos a este estadío, retiramos uno de los monos de la pieza, y lo sustituimos por uno nuevo (que obviamente no participó del experimento hasta aquí). El nuevo mono ve las bananas e inmediatamente trata de subir por las escaleras. Para su horror, todos los otros monos lo atacan. Y obviamente se lo impiden. Luego de un par de intentos más, el nuevo mono ya aprendió: si intenta subir por las escaleras, lo van a golpear sin piedad.

Luego, se repite el procedimiento: se retira un segundo mono y se incluye uno nuevo otra vez. El recién llegado va hacia las escaleras y el proceso se repite: no bien la toca (la escalera), es atacado masivamente. No sólo eso: el mono que había entrado justo antes que él (¡que nunca había experimentado el agua helada!) participaba del episodio de violencia con gran entusiasmo.

Un tercer mono es reemplazado y no bien intenta subir las escaleras, los otros cinco lo golpean, impidiéndoselo. Con todo, dos de los monos que lo golpean no tienen ni idea del porqué uno no puede subir las escaleras.

Se reemplaza un cuarto mono, luego el quinto y por último, el sexto, que a esta altura es el único que quedaba del grupo original. Al sacar a éste, ya no queda ninguno que haya experimentado el episodio del agua helada. Sin embargo, una vez que el último lo intenta un par de veces, y es golpeado furiosamente por los otros cinco, ahora queda establecida la regla: no se puede subir por las escaleras. Quien lo hace se expone a una represión brutal. Sólo que ahora ninguno de los seis tiene argumentos para sostener tal barbarie.

Cualquier similitud con la realidad de los humanos, no es pura coincidencia ni casualidad. Es que así somos: como monos.

Esta historia me la contó mi sobrina Lorena, cuando todavía no se había graduado de bióloga en la UBA ni se había casado con Ignacio Demarco, otro biólogo. Pero siempre me impactó por todo lo que implica en cuanto se trata de explicar la conducta de los humanos (la fuente es De banaan wordt bespreekbaar, de Tom Pauka y Rein Zunderdorp, Nijgh en van Ditmar, 1988).

Mariano Duna dijo...

Leticia, sepa que cuando yo tenga mucha fama y dinero destinaré parte de mi fortuna para asegurarme de que usted siga escribiendo estas pequeñas grandes crónicas, verdaderas aguafuertes palermitanas posmodernas.
Un beso (en el sentido estricto de la palabra)