En un tacho que había al entrar a Villasón tiramos el cuaderno de consejos y precauciones paternas dadas antes de partir. Me pesa mucho la mochila.
Después de remontar el cuasi desfallecimiento de La tía, de pescar a Darío por la calle principal, nos arrimamos a un pedazo de asiento de micro que nos llevaría a Tupiza. En los asientos traseros nos apelmazabamos los turistas jóvenes, entre gallinas, niños, bebés, criaturas, mocos, tierra, enguentos y bolsas. En seguida Santi se acercó a hacer sociales, mientras que su secuaz Bruno quedó atrás con su ipod desentiresado en el contacto social. Otras dos jóvenes, apodadas Stacy and Kelly por sus inesperados nombres venían adosadas a la pareja masculina. Al llegar a tupiza Luz, una especie de Cafisha del transporte Boliviano, se nos avalanzó y luego de tires y aflojes, nos convenció de contratar sus servicios. Turbios, por cierto: Saldríamos rumbo a Uyuni a las 4.30 de la mañana en un Jeep última generación. Después de discutir con Kelly y Stacy que se empeñaban en justificar lo racional que era viajar en ese momento y a esa hora (de noche, lloviendo, barro, montaña) cerramos el pacto con Luz. Más temprano que al alba, partimos en un jeep destartalado. La Tía, muerta de miedo, creyó adecuado colocarse los anteojos e ignorar la escena que comenzaba a transcurrir. Sin embargo, junto a Bruno, les fue inevitable captar un último detalle antes de cerrar los ojos: el chofer se persignó, una, dos, tres veces antes de arrancar.
Después de amenecer entre el fango y los caminos borroneados entre charcos rojos, vimos la luz, un caballo enterrado en el lodo y un pueblito fantasma literlamente, en el medio de la nada.
Después de remontar el cuasi desfallecimiento de La tía, de pescar a Darío por la calle principal, nos arrimamos a un pedazo de asiento de micro que nos llevaría a Tupiza. En los asientos traseros nos apelmazabamos los turistas jóvenes, entre gallinas, niños, bebés, criaturas, mocos, tierra, enguentos y bolsas. En seguida Santi se acercó a hacer sociales, mientras que su secuaz Bruno quedó atrás con su ipod desentiresado en el contacto social. Otras dos jóvenes, apodadas Stacy and Kelly por sus inesperados nombres venían adosadas a la pareja masculina. Al llegar a tupiza Luz, una especie de Cafisha del transporte Boliviano, se nos avalanzó y luego de tires y aflojes, nos convenció de contratar sus servicios. Turbios, por cierto: Saldríamos rumbo a Uyuni a las 4.30 de la mañana en un Jeep última generación. Después de discutir con Kelly y Stacy que se empeñaban en justificar lo racional que era viajar en ese momento y a esa hora (de noche, lloviendo, barro, montaña) cerramos el pacto con Luz. Más temprano que al alba, partimos en un jeep destartalado. La Tía, muerta de miedo, creyó adecuado colocarse los anteojos e ignorar la escena que comenzaba a transcurrir. Sin embargo, junto a Bruno, les fue inevitable captar un último detalle antes de cerrar los ojos: el chofer se persignó, una, dos, tres veces antes de arrancar.
Después de amenecer entre el fango y los caminos borroneados entre charcos rojos, vimos la luz, un caballo enterrado en el lodo y un pueblito fantasma literlamente, en el medio de la nada.
1 comentario:
Admiro la memoria de elefente que tiene Lulu.. Yo ni me acuerdo de la existencia de Kelly y Stacey! Quienes eran esas flacas? Pero bueno, mi memoria es muy mala, gracias a que me acuerdo de la existencia de Lulu t Clau.
De todos modos, se olvido de algo muy importante: yo no me acerque a hacer sociales, Lulu y Clau me llamaron a compartir su asiento despues de que le di el mio a una viejita que se iba a sentar en el piso. De eso si me acuerdo patente ya que fue mi buena accion del año 2006 (y creo q rinde para este 2007 tambien). Besos.
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