Estábamos con Marisa y Romina hace tiempo recostadas en mi alfombra, en una de esas escenas de película donde las amigas se cuentan secretos, hablan de chicos, comen chocolate, y sobre todo, ríen.
No sé bien porqué, salió el tema de la depilación, y yo dije, horrorizada, que en Mónica Brenta te ponen una lapicera enganchada de la bombacha para depilarte el cavado. Y qué asco esa lapicera que va de chucha en chucha ajustando bombachas.
Entre tanto, Marisa no solo estaba horrorizada sino indignada. Romina solo reía y decía: A mí con un broche de pelo, con un broche de pelo.
Debbie me contó otra experiencia bastante siniestra: La depiladora, para depilarla mejor, le pidió que se quitara toda la panty. Ahora, mientras tocaba lugares que una depiladora no tendría porqué tocar, repetía enérgica: ay estas quedando divina. ¿Hasta qué punto es violación sexual o es depilación profunda?
Yo me pregunto qué tipo de ser perverso es capaz de introducirse en la vida peluda de mujeres, travestis y metrosexuales, y se dedica a arrancar de raíz los bellos que recubren la piel de nuestro cuerpo.
Y ni me quiero imaginar esa máquina siniestra en la cual filtran la cera y dejan a un lado las miles de pelambres para reciclar el elemento depilador. La cultura creo yo, es de terror.
¡Vivan las francesas que no se depilan! ¡Viva!
3 comentarios:
A ver si la cortan un poco con la depilación. Ni el siglo XXII ni el XXV querrán saber más sobre estas reprochables cuestiones.
Jamás dejé, ni jamás dejaré, que otra persona distinta de mí me depile.
He dicho.
En este mismo momento, en miles de hogares, hay montones de niños totalmente concientes de que están mintiendo cuando responden "bombero" a la persona que les pregunta que van a ser cuando sean grandes.
Porque ya saben que no van a ser bomberos, cuando sean grandes.
Sino proctólogos.
Y, Rober... no, nada...
... nada, en serio...
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