Arriba y abajo, con mucha delicadeza, la varita dirige a un grupo de conocedores del tema, que asienten cada vez que así la mano lo indica. La música baila entre sus dedos y él, la acompaña con miradas, gestos y movimientos.
Ha estado tan nervioso estos días, imaginando este momento, planeando cada detalle, cada nota, concentrándose en los compases en los que sabe se equivocará, que estar ahora moviendo la varita frente a los 17 violinistas y 4 contrabajistas, a los que imaginó una y otra vez, le parece hasta irreal. Por un segundo baja la mirada, los músicos esperan sus señales para dar el golpe final. Y ahí sucede, los violines crecen, la música se ensancha, se profundiza, se agrandan los oídos. Él se entusiasma, dirige a la orquesta que lo sigue hasta el final. Pronto los violines callan, el arpa queda en primer plano, casi cantando. Al final, llega el silencio.
3 comentarios:
Hace un par de meses presencié como un director perdió la batuta entre el 1er y el 2do acto. Se puede ser tan pelotudo? En fin, siguió hasta el final sólo con sus manos, y cuando terminó la obra no pude evitar preguntarle qué había pasado, me dijo que había sido "un acto de sabotaje a mi persona" (???)
no sé javi, yo leo que vos posteás y recuerdo esa camisa ajustada gris con rosas y tu carita de YO NO FUI cuando abrí la puerta dle cuarto adolescente de mi hermana. DECIME que te acordás por dios!
Juro que no me acuerdo. No sé si es negación o qué, pero no me quedó registrada esa escena (por suerte)
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