Camina las mismas 4 cuadras de siempre. Las mismas casas, las mismas puertas, la misma vieja baldeando y hasta el olor fétido que sale de esa pobre mujer que detiene el trapo para dejarla pasar. Abre la puerta, suena la campanilla y se sonroja cuando las miradas se posan sobre ella. Pocos segundos después, ya está metida entre historias de piratas en altamar en busca de tesoros, islas en lugares remotos, amores correspondidos, asesinatos y misterios por resolver. Se pasea así, por los pasillos de su librería preferida, deslizando las yemas de los dedos por los lomos de los libros, tocando los grabados y las hojas sin estrenar. Se detiene en la sección de Novelas De Ficción y se para frente a una larga estantería. Elige al azar un ejemplar y lo hojea. Nada interesante. Toma otro, distinto, una edición más vieja y al sacarlo del estante, le parece ver a alguien detrás, en el otro pasillo. Baja la cabeza e intenta mirar otra vez. Achica los ojos, se concentra.Ahí está. Es él. No hay duda alguna, su traje, su bigote, su postura. El libro se le cae de las manos, lo recoge y corre a dar la vuelta. Cuando llega al pasillo donde le pareció verlo no lo encuentra. Camina por los pasillos del local, tratando de que sus ojos se encuentren con los suyos. Pero el no está, quizás nunca estuvo y ella! tan convencida. Juraría que lo vio.
Moraleja: dar cuerda al reloj y salir con paraguas si anuncian lluvias torrenciales (más que moralejas, notas mentales)
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