miércoles, 4 de julio de 2007

La bata boliviana

Estábamos en una especie de hotel, en un pueblito en medio de la llanura seca del sur de Bolivia. Este pueblito estaba compuesto por no más de 20 casas, y en la calle principal se elevaban unos extraños árboles de cemento. A decir verdad el hecho de explorar el pueblete a la 1 de la mañana no sé porqué me recordaba a mi padre y a la lista de advertencias que había recibido días antes de viajar.

La cosa es que estando en esa especie de hotel, a Darío se le ocurrió utilizar una Bata amarilla que encontró llamativamente disponible junto a la ducha.

Está de más aclarar que cuando llegó a la especie de habitación que teníamos, con sus extrañas camas correspondientes, todos explotamos en una gran carcajada cuando él, confundido, dijo:

¿Qué me miras así? ¿No es tuya?

Seguimos viaje y la imagen de Darío frotándose con la bata ajena nos proveía grandes momentos.

Lamentablemente, uno cuando se siente cómodo en una ciudad desconocida, tiene la fantasía de que nada puede pasar, y polula ingenuamente por los distintos distritos comerciales. Junto a la Tía, recorríamos una atractiva callecita llena de puestuchos, cuando descubrimos un manequee con bata, el cual nos remitía a la ya comentada anécdota. Qué divertido entonces, sacarle una foto a la tía posando con aquel ropaje. Ingenuas. Detrás, casi a una cuadra, en la esquina, un malechor maleante con su campera de cuero negra que aún recuerdo, aguardaba para atacarnos y arrebatarme mi más preciado elemento tecnológico.
Tía. Tu me protegiste. Tú fuiste quien empujó a una de las cómplices del pirata al grito de EH QUÉ HACÉ cuando al hacerme creer que una paloma me había cagado, intentaba abrir mi mochila.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy gracioso, me dan ganas de tener yo también la imagen de Darío frotándose con la bata ajena.
Y un aplauso para La Tía.

Lulu dijo...

ayyy robertaaa
si lo vieras a darío en bataaa