Ella entra al bar por la puerta principal. Ha caminado por la calle por más de dos horas, con el frío golpeándole la cara. Al entrar, el aroma a café y dulces, le renueva el alma. Se sienta en una mesa próxima a la ventana y desde allí, toma su café con leche de siempre, moja la medialuna y suspira. Afuera, la gente camina apurada, hacia sus trabajos y compromisos. Se chocan, se disculpan y avanzan. Ella piensa, mira y piensa. Y así, pensando, depronto, lo ve. Lo ve entre la gente, como si nada, caminando por la calle, mirando polleras. Pide la cuenta, rápido. Busca monedas en el fondo del bolso y deja unos cuantos pesos. Quedate con el cambio, grita mientras atraviesa la puerta de salida. Una vez afuera, lo busca con los ojos que se pierden entre el tumulto de gente. Pero él no está, quizás nunca estuvo y ella, tan convencida. Juraría que lo vio.
Moraleja: si depronto hace calor y encontrás un par de ojotas que combinan con tu pollera veraniega pero hace mucho no usabas, tratar de recordar por qué descansan en tu placard. Después ,si no, te andás quejando de ampollas y dolores.
1 comentario:
ojotas de hercules? que lindo texto caro!
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