Dos. Atrás, con mi espalda, ví cómo una señora de rulos, muchos rulos, rubios, se chistaba y gesticulaba en la oscuridad contra dos señoras, una más joven que la otra, para que le dejara el asiento ocupado, en vano, por abrigos y carteras.
Tres. El tipo de camisa le susurró a la mina de al lado: cada cosa es un símbolo de algo. Pienso que es una buena excusa para acercarse al hombro de la acompañante e intentar conquistarla, pero sí, es así, cada cosa es símbolo de algo.
Moraleja
El tipo de la ventanilla del San Martín sí se da cuenta si intercambiás sigilosamente la tarjeta de estudiante con tu amigo que acaba de comprar la entrada y sospechosamente te saluda por segunda vez, con un apretón de manos.
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